lunes, 11 de agosto de 2008

Historias del presente inmediato : el fantasma del historicismo


Histories of the inmediate present es el título de un libro de Vidler recién publicado en Mit press (en la serie Writing architecture, y por tanto con el trbajo editorial de Cynthia Davidson, es decir Any y Log). El texto es interesante, como siempre en Vidler, con un iluminador prefacio de Peter Eisenman. Se trata a primera vista de un repaso a las figuras de cuatro historiadores/críticos de arquitectura, Kaufmann, Rowe, Banham y Tafuri, de lo que llamaríamos segunda generación (aunque uno de ellos, Kaufmann se escaparía por edad y época), cuya selección pasa en cierto modo por una apreciación personal que Vidler aclara.
La idea fundamental, o una de ellas (ver Eisenman) es hacer una cierta evaluación, desde el trabajo de estos cuatro críticos, de las relaciones entre historia y movimiento moderno, de la autonomía de la propia disciplina arquitectónica en relación a modelos, formas e ideologías, y de esta manera hacer una cierta revisión de un estado acual de cosas. Los análisis de cada uno de ellos son informados e incisivos, cubriendo bien en su brevedad los puntos perseguidos, y notándose, creo, las especiales afinidades del autor con ellos.
El libro no pasaría de interesante en esta reevaluación, haciendo grupo con el de Tournakiotis (aunque muy distinto), si no fuera por el último capítulo, titulado Postmodernidad o Posthistoria.
Mmm, y es que esto de la posthistoria... el caso es que acabo de releer Espectros de Marx (Derrida), y no deja de sonarme fukuyamiano. Vidler se remite al matemático frances Cournot, y luego a Hendrick de Man (tío de Paul de Man), para considerar un término que hablaría de una cierta sensación de fin, de telos cumplido también, aquí en arte y arquitectura, que abocaría a la alternativa de la parálisis o la revolución (un topos que ya pasó por Hegel, y que pasará por Kojeve). Para Cournot, cumplido un periodo de desarrollo, cualquier objeto humano (sea institución, pensamiento, arte, etc.) queda encerrado en un círculo de perfeccionamiento y variación, en un periodo entonces de posthistoria, pues nada radicalmente nuevo puede acontecerle. Círculo infernal, entonces, y muy vicioso. De Man tomará también esta idea para un cierto análisis (y estamos en el periodo de finales de los treinta) agitado, una cierta infinita vuelta de lo mismo (de raigambre nietzscheana, aparecerán también citados Vattimo y Gehlen), cuya ruptura parece necesaria a toda costa.
Vidler retomará estos aspectos para proponer un nueva crítica, necesariamente operativa a pesar de su respeto por las tesis tafurianas, y para alentar a un esfuerzo de reevaluación de toda la modernidad, definida esta en muy amplios términos, que habría de sacarnos del ensimismamiento postmoderno de esta cierta posthistoria. Sus recetas pueden parecer acertadas, su abrazo al concepto posthistórico, dado que no lo es para axfisiarlo, más dudoso. Eisenman apela a la crítica derridiana acerca de la deconstrucción de las barreras disiciplinares en su prefacio para encontrar una agenda oculta en Vidler, la de un nuevo pensamiento de la disciplina que sea capaz de superar la deconstrucción. No parece darse cuenta de que esta, la deconstrucción, opera siempre (¿quizas excepto en la ley?), al interior de toda operación de desbordamiento de fronteras, precisamente. Vidler, por otra parte, no toma en consideración que la deconstrucción, y ahí aparecen los espectros de Marx, hace de toda esta cuestión del fin de la historia poco más que el fin de una de las infinitas historias, que el fantasma siempre ya nos asedia (cosa que sí sabía Tafuri, ver su Sobre el renacimiento) y que en este asediar rompe esa continuidad de pasado como presente ya sido y de presente como futuro que nos alcanza, rompiendo por tanto, desde esa discontinuidad y no contemporaneidad del presente consigo mismo cualquier clausura de una historia para abrirse a un porvenir. Desde luego en el campo ideológico, pero también en el "disciplinar" de la arquitectura. Revisar a las vacas sagradas de lo moderno y espantar su prematura canonización es buena labor profiláctica, y lo es epecialmente aquélla de encontar en las rupturas antes que en las continuidades nuestros puntos de anclaje en la "historia" de la arquitectura, pues es esta no actualización sino deconstrucción la que nos permite reconocer su linaje, su padre, su filiación y su amor. Pero algo más falta. Parece como si Vidler no se atreviese a sacara las conclusiones que en algún momento acaricia. Sí, hay que cuestionar nuestras concepciones acerca de nuestra propia conciencia histórica y de lo histórico, pero creo que no solo tras Derrida, o tras otras lecturashay que tener presente que esa misma historia no deja de desajustar el lugar desde la que queremos reconsiderarla. Y este espacio, móvil, de apertura, si se quiere de acontecimiento, es el que hay que descubrir, no desde un desvelamiento heideggeriano, cierto, sino desde un trabajo contínuo no de re-lectura sino simplemente de lectura.
No obstante, lectura muy recomendada.
José Vela Castillo

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